Nubes grises acompañadas.

No me di cuenta cuanto tiempo había pasado perdida entre los senderos del bosque, inclusive ignore como llegue a la orilla del lago donde caminaba sobre las piedras perfiladas, recordando que estaba en otoño gracias a la fresca brisa que colisionaba contra las copas de los árboles iniciando la precipitación de las hojas de los árboles y a su vez formaban un cuadro tan perfecto que se acercaba al punto de parecer falso. – Mamá si tan solo estuvieras aquí.- Murmure suavemente mientras mis pies empezaban a hundirse entre la espesa capa de hojas secas que crujía a cada paso, mientras empezaba a recordar las veces en que mi madre nos pedía que le ayudáramos a juntar las hojas del jardín e inevitablemente mi hermanita y yo terminábamos lanzándonos sobre el montoncito de matices naranjas esparciéndolos nuevamente haciendo lo que parecerían angelitos de nieve pero dando la impresión de que estos estuvieran formados de luz.

-Siempre terminabas uniéndote después del acostumbrado regaño.- Susurre terminando esta vez por encorvar mis labios para formar una dulce sonrisa, recordando a mamá recostándose en medio de las dos para rodearnos en sus brazos, atraernos a ella y darnos un fuerte abrazo mientras decía lo mucho que nos quería. – Sabes… Aun te hecho de menos.- Le confesé como si pudiera escucharme mientras miraba al cielo para después sentir como una gota de lluvia acariciaba mi rostro hasta combinarse con una similar se esencia salada, luego de ello el rocío se volvió constante y las gotas que morían al tocarme lograron humedecer mis ropas a cada paso.

Fue entonces que sentí la brisa helada agolpar contra mi uniforme causando un intenso escalofrío, no obstante, lejos de ahuyentarme me invito a seguir con mi camino a pesar de no tener un rumbo definido, llamándome a apreciar la belleza del paisaje natural, incitándome a guardar en mi memoria el vibrar de las hojas verdes que luchan por sostenerse de una frágil ramita pese a la convicción de la lluvia por forzarlas a caer y en ese momento me acorde de la causa de mi inspiración. – No existe momento más bello…- Musite suavemente después de unos cuantos minutos al sentarme a la orilla del lago sobre una de las piedras planas con los pies colgados a uno de sus costados, suspirando con un aire reflexivo, olvidando todo lo que giraba en mi cabeza y sin más que hacer me quede con la mirada fija en la precipitación hipnotizada por su relajante sonido.

Dejándome llevar como siempre, sintiéndome libre, respirando de otra manera, sintiéndome diferente… tan tranquila que llegue al punto de ignorar al recien llegado y permanecer en silecio por unos instantes como seguramente el prefería...

Permitió que el vehemente mando del silencio les arropara dejando como único sonido el suave precipitar de las gotas sobre el lago, mientras su mirada se había clavado de manera inconsciente en las rítmicas ondas que se formaban en la superficie, notando con aspereza como sus ropas se pegaban a sus cuerpo sintiéndose cada vez más pesada y no reacciono hasta que escuchó la vos de su compañero. - ¿No es derecho de cualquiera querer lavar sus penas?- Pregunto a modo de respuesta sin ánimos de dar explicaciones pero nadie podría culparla después de todas las ideas que se habían arremolinado en su cabeza, tan dolorosas como para soportarlas y tan hermosas para apartarlas.

- Aunque la lluvia por si sola no puede arrastrar el dolor.- Reconoció con ligereza extendiendo la mano para capturar unas cuantas gotas de lluvia y después ladeo permitiendo que esta resbalara por un costado. – Como si tan solo fuera tan sencillo dejarle ir…- Se reprocho con la simple gesticulación de labios en un tono tan bajo que nadie podría escucharlo para después levantarse sin titubear en un solo movimiento representando la gracia misma de un gato- uno al que le gustaba el agua y no le importaría mojarse mientras se mancha las patitas blancas en el bosque prohibido- Y con sea misma seguridad se acerco a el. – No tienes que irte, Gabriel, la que se marcha soy yo… -Añadió colocando su mano fugazmente en el hombro del chico antes de iniciar su camino por la orilla del lago dejándolo solo con sus propios fantasmas sin mirar si se quedaba o se marchaba, sin fijarse siquiera en la confusión que seguramente enmarco el rostro del chico ante su actitud.

Off. Lamento la demora >.< patéame lo merezco.

Un pie seguía al otro sin ninguna dirección específica bajo el gélido ambiente nocturno con la simple convicción de alejarse del castaño, deseando apresurar el camino sin medir el peligro, sintiendo como el paisaje en mi entorno se hacía cada vez más profundo y mi cuerpo empezaba a temblar pero no de miedo, ni siquiera temor, tan solo frío. - Deja de seguirme Gabriel- Advertí a mi acompañante tras haber escuchado el ruido de sus pisadas a mi espalda, permito que un breve suspiro escape de mis labios, iniciando de nuevo el firme movimiento de mis pies pese al suelo sinuoso y de repente a mi espalda escucho un pesado aleteo pero al atribuírselo a una lechuza sigo firme con mi objetivo de adentrarme en el bosque prohibido.

- Solo quiero estar sola…- Murmure mientras le dejaba atrás sin importarme si me escuchaba o no, sin embargo, un par de metros más adelante mi pie derecho se hundió en el fango obligándome a deslizarme sobre las hojas húmedas, por el destino caí por un terraplén resbaladizo pero en mi desliz me atore entre un par de rocas escuchando un estrepitoso “crack” y un grito ahogado evidencio el agudo dolor mientras seguía cayendo hasta aterrizar sobre las raíces de un árbol. – Maldición…- Bufé intentando levantarme pensándome sola pero resbale una o cinco veces aumentando mi desesperación a cada instante, hecho que provocase que sus ramas me envolvieran y en ese momento entendí que se trataba del lazo del diablo.

- Olvida el dolor, piensa en otra cosa, cualquier cosa…- Murmure suavemente intentando mirar al cielo, olvidando mi ropa estropeada, mi piel punzante en algunas zonas y así opté por quedarme ahí, inmóvil intentando guardar el calor en mi cuerpo. - ¿Mami? – Musite suavemente en tono de pregunta sintiendo mi cuerpo adormecerse por el dolor, mis ojos se cerraron con fuerza y mis labios se abrían lanzando una suplica muda a la vez que las ramas abandonaban mi cuerpo dejando tras de sí un incesante dolor.

Off. Gracie los necesito .w.
lamento si me quedo raro >w<

Me encontraba tendida sobre las raíces del árbol sintiendo como el agua sigue resbalando por mi cuerpo, me empapa, me ahoga con su frialdad poco a poco e incluso el aire dejaba de entrar en mis pulmones, a mi alrededor todo es oscuridad donde lo único que sentía era el escozor en mi cabello y en mis rostro provocado por el lodo. – Mamá me duele…- Murmure llegando al punto de la inconciencia sin notar la inmovilidad de mis extremidades que sucumbían al cansancio, paulatinamente las gotas de lluvia dejan de caer y la brisa empieza a agolpar cada parte de mi atormentado cuerpo haciéndome temblar. - Hace frío- Mi vos se escucha cada vez más débil, mis parpados se entre abren descubriendo una fina luz que me altero mostrándome una silueta oscura y difusa rodeada por los rayos plateados de la luna.

Finalmente escucho una vos entrecortada que me pregunta por mi estado, abro mis labios pero no logro emitir palabra alguna debido al punzante dolor, empiezo a desesperarme y de un momento dos palabras escapan con ímpetu. – Mi pie- Luego de ello mi respiración se ve sosegada hasta alcanzar el ritmo endeble de mi corazón, mi mente delira y poco a poco me convertía en aire. –Mami tu no debiste insistir en quedarte en casa… No… tu debiste quedarte con nosotros…- Murmuraba palabras atropelladas sin sentido alguno, exaltando la culpa que sentía -Si no hubiera sido por su tarta de cumpleaños su madre no se habría quedado en casa y no hubiera muerto… Si no fuera por su cumpleaños ella estaría viva… -tratando de construir una imagen de los retazos de ilusión y notaba como la temperatura se elevaba de repente por la posible fiebre aunque ni siquiera sabía que le tenía.

Intente acomodarme pero no podía sentarme ni descansar de alguna forma puesto que en todo mi cuerpo se esparcía un dolor intenso, dejándome prácticamente inmóvil pero en algún momento siento que mi cuerpo abandona el suelo y se balancea en el aire con limitados puntos de sostén dándome la sensación de ser una muñeca de trapo. – Cinco minutos más.- Pedí como si fuera una pequeña sin la intención de salir de la cama extendiendo mi mano como si buscara algo para resguardarme del frió regresándole a mi regazo cuando el viento dejo de arremeter en mi cuerpo, entonces sentí como maniobraban mi pie en una especie de revisión y tras cada punzada me mordía el labio inferior tratando de amortiguar mi sufrimiento.

Más no paso demasiado tiempo para que mis mejillas volvieran a estar secas ocultando cualquier rastro de dolor, ahora que no tenía las gotas de lluvia para escudarme de forma inconsciente volví a ocultar mi sufrimiento y el confort me arropaba como la capa que caía sobre mi helado cuerpo recuperando momentáneamente la cordura. -Gracias por preocuparte por mi…- Murmure -aunque deberías dejarme ir…- terminando la frase en mi mente dispuesta a dejarme vencer pero en ese momento los hilos plateados de la luna incidieron en las copas de los árboles recordándome a una mirada chispeante tan vivaz como esas mismas hojas en primavera y seguido de ello el resto de las personas que seguramente estarían molestas conmigo por dejarme vencer así que me suspire profundamente pensando en intentar salir de esta y si había de ser sincera esto podía ser peor. –Será más fácil para ti si solo cargas un pequeño gatito…- Admití utilizando mi poder para poder tomar mi forma animaga y después de un par de minutos lo logré cambiarme al mismo ritmo que se ajustaban las ramas al nuevo pie.

Terminando por perder nuevamente el conocimiento pero ahora ...
solo me quedaba confiar en mi amigo…

En mi estado de somnolencia me descubrí acurrucada en brazos del castaño, resguardada del gélido clima, moviendo los bigotitos de forma inconsciente al descubrir el olor a tierra humeada y sobre todo al sentir la brisa que me confirmaba que nos movíamos. –Prrr…- Ronroneaba suavemente al ritmo de mi endeble palpitar, intentando contener un maullido tembloroso cuando mi pie se movía por gracia de la gravedad cuando mi amigo saltaba, cerrando mis ojitos con fuerza para no dejar las lagrimitas salir y que el interior de la capa no se viese tan húmedo como el exterior. -No me lleves a la enfermería. – Musite suavemente peo seguramente se escucharía como un maullido que esperaba entendiese mi compañero cuando sentí que nos aproximábamos al castillo -sabiendo que también era un animago- suplicándole para no tener que dar explicaciones, pensando en que mi hermana o cualquiera de las aguilitas podrían ayudarme a evitarme una colleja e incluso el podría curarme con la ayuda de su varita. – Por favor- Insistí con los mismas vocalizaciones felinas negándome a regresar a mi forma humana, siendo que si descubrían al castaño pensarían que fue su la mascota la que se lastimo y no yo…

Después de que el castaño le regresara a su regazo ronroneo resignada a terminar en la enfermería dando una sarta de explicaciones sobre lo que había pasado, más no paso mucho tiempo para que se vieran traspasando las puertas del castillo –justo antes del toque de queda- perdiéndose entre el resto de los alumnos que se desplazaban de vuelta a sus respectivas salas comunes, fue entonces que entre el remolino de gente un apachurro le hizo liberar un maullido lastimero mientras sus uñitas se clavaban en la chaqueta del castaño. –Lo siento pero los niños de ahora se la pasan corriendo de un lado a otro.- Se disculpo con una vos afable una mujer regordeta de aspecto dulce e inclusive maternal al tiempo que echaba un ojo a la criaturita que había lastimado y entonces extrajo a la felina albina con todo cuidado. –Hacia tiempo que no te veía pequeña.- Murmuro la señora puff a la minina acurrucándola en su brazo para después volverse al joven que le llevaba con ella. -¿Dónde has encontrado a la gatita de Leila?- Pregunto curiosa mientras le examinaba con cuidado y claro siendo la señora Pooff –como la rubia solía llamar a la enfermera- el bienestar de un animalito no era problema así que le curaría sin necesidad de llenar un informe.

Fue entonces que le hizo una señal al muchacho que iba con ella para que le siguiera hasta una mesa, retiro con cuidado el artilugio muggle que rodeaba la patita y sonrío. –No hay duda que eres un chico listo.- Anuncio con afabilidad mientras sacaba la varita de uno de su bolso, consiguiendo restaurar el hueso con un silencioso sortilegio, luego le regreso la gatita al joven y le guiño cómplice. – Estará bien solo necesita descansar pero si le da fiebre darle esto.- Añadió entregándole una poción de color rojizo que saco al momento de guardar la varita. -Pero como es un animalito pequeño unas gotas bastarán, buena suerte y salúdame a Leila.- Termino para después marcharse despidiéndose con la mano a donde la directora. – Eso ha sido un golpe de suerte.- Murmuro la rubia pero bajo esa apariencia solo se escucho un apagado ronroneó mientras se volvía a acurrucar en el brazo que le sostenía limitándose a descansar.

Inconscientemente se había agazapado en el brazo del castaño víctima del estado de somnolencia en el que se encontraba, instintivamente rasguño con suavidad la capa que estaba por debajo percatándose así la mejoría de su patita y al mismo tiempo descubrió que su dolor estaba esparcido en todo su cuerpo cansado haciéndole recordar lo mucho que deseaba regresar a su habitación, más todo ello se disipo de golpe gracias a las palabras del joven. – No necesito más tu ayuda puedo moverme sola.- Gruño exaltada dejando que su mensaje lleno de orgullo sin darse cuenta saliera de sus labios con automatismo a la vez que la gatita descendía con elegancia, luego dio unos pasos al frente para después maullar más tranquila y curvo sus labios en una mueca parecida a una sonrisa una sonrisa. – Gracias- Fue lo que intentaba decir e inmediatamente emprendió su camino por el pasillo intentando esquivar a los que caminaban por ahí pero aquello parecía una tarea difícil cuando estaba fatigada, más aun cuando la magia que uso la enfermera había motivado a la propia para que la curación se efectuara con rapidez.

Al final cuando todo parecía complicársele opto por orillarse fuera del camino pero el esfuerzo fue más que agotador y termino por acurrucarse en una esquina de la habitación. –Solo descansare un poco.- Ronroneo permitiendo que sus ojitos se cerraran por unos instantes. –Nunca he necesitado a nadie ¿Por qué ha de cambiar ahora?- Pensó sin hacer ningún ruido, herida por el hecho de que el castaño le hubiera visto quebrantarse de esa manera pero sobre todo por el hecho de que el se ofreciera a ayudarle cuando el no se molestaba nunca por nada ni por nadie; ¿Tan mal me veo? ... Se pregunto nuevamente intentando no moverse demasiado para ahorrar energía, siendo que a nadie le extrañaría ver a un gatito perezoso durmiendo en un pasillo y cuando se sintiera mejor andaría a su habitación.