Juliet A. Dickens

Arielle nació una hermosa noche de primavera en la costa oriental de irlanda del norte en una ciudad flanqueada por un sinfín de relieves, contando con un gigante como guardián -la colina de Cavehill- arrullada con el murmullo del Belfast Loung que bañaba las costas al oeste otorgándole el nombre a la ciudadela, aunque cabe decir que el que hiciese famosa la ciudad era el río Lagan que desembocaba en las cercanías convirtiéndola en una orbe naval y pese a la urbanización de de la ciudad aun quedaban edificaciones antiguas en la que destacaba el castillo de la familia Cohen, estirpe antigua de magos sangre limpia dueños de una gran cadena hotelera enfocada para el descanso de sus iguales. ¿Perfecto para un cuento imaginativo salido de la cabeza de algún muggle? Tal vez pero el inicio su vida no había sido del todo perfecto, siendo que la muerte de Marianne –su madre- le había precedido, no obstante su infancia no había sido del todo perturbada, puesto que la figura materna había sido resanada con la presencia de su abuela paterna quien le llenase de afecto ignorando muchas veces su avanzada edad, apoyándola siempre para que sus dotes académicas relucieran desde corta edad absorbiéndolo todo el conocimiento como una diminuta esponjita y gracias a sus consejos acepto de buena gana la llegada de cada una de sus institutrices de quienes aprendió idiomas incluyendo los antiguos como el latín, demás de nociones sobre música, magia, baile, magia, artes, historia e imposibles lecciones de etiqueta.

Sin duda la clase de normas sociales era la que más le disgustaba, sobre todo en los momentos en el que Lady Lemoine aparecía tras de ella regañándole cortantemente por la forma en la que caminaba puesto que al ser una joven animada solía saltar o contonearse de “una manera inadecuada” pero siendo sinceros esto no era del todo necesario por que sus modales eran impecables, sus movimientos refinados, principios inquebrantables, su educación prodigiosa y sus prioridades estaban definidas respetando las costumbres que le había enseñado su abuela. A pesar de ello incansables lecciones venían una tras otra hasta que su hermano mayor alejo a la mujer –como a muchas otras- con sus constantes desplantes cuando ella quería imponerle sus reglas, hecho que le hizo ganarse su gratitud por que no le gustaba que ninguna figura femenina pasara demasiado tiempo en casa por miedo a que su padre se enamorase de alguna, más no se trataba tan solo de gratitud si no por la fraternidad que le inspiraba el castaño y aunque el no era demasiado afectuoso ella le conocía tan bien que podía leer lo que estaba pensando o lo que planeaba facilitándole su labor de complacerlo intentando robarle una sonrisa cuando podía.

Nunca prestando atención en la atención extra que se depositaba en ella por su carisma, sin embargo, ambos bajaron la guardia permitiendo que la última se ganara el afecto de su padre consiguiendo desposarlos. Alessa era una persona con dobles intenciones, le maltrataba cuando nadie veía pretextando que atendía mal las lecciones de piano cuando Arielle lo único que hacía era seguir sus instintos entonando su propia melodía y no la estipulada por la partitura. Guardándoselo todo para no disgustar a su padre o iniciar una nueva discusión entre su hermano y la dama en cuestión. Finalmente cuando su hermano alcanzo la edad para ser enviado a Dumstrang ella tenía que buscarse una nueva forma de entretenerse en la inmensidad del castillo, empezó a interesarse por la fotografía y la pintura ganándose la simpatía de su Madrastra a quien trataba de no molestar sin llegar nunca llego a confiar en ella.

Una noche de verano poco después del regreso de su hermano se despertó arrugando los ojos para ignorar la luz que se desprendía del rayo que resonaba del otro lado de su ventana, cerro los puños contra la sabana intentando que el miedo no se apodera de ella intentando contener la desesperación que le daban las tormentas eléctricas y sin poder soportarlo más dio un saltito de su cama llegando hasta la habitación de su hermano abriéndose paso rápidamente entre las sabanas consiguiendo aferrarse a el. –Li tengo miedo…- Murmuro suavecito bajando los parpados para no mirar, acurruco su cabecita en el pecho de su hermano para que el estruendo en su cabeza fuese reemplazado por el palpitar de su corazón y una vez que hubo recesado ella le pidió que le llevara a su cuarto para no recibir el regaño de su madrastra por un comportamiento inapropiado.

Camino a su lado sin separarse de el intentando escuchar si había algún otro sonido pero no logro escuchar nada, tan solo había oscuridad pero tenía la sensación de que algo le estaba vigilando, tras atravesar el umbral de su habitación miro a su hermano haciéndole una suplica muda de que se quedara pero al ver la hostilidad de su parte le dejo marchar y una vez que se volvió a su alcoba cerro la puerta regresando con nerviosismo pero la idea de que había algo moviéndose en el castillo no se aparto. –No tengo miedo- Murmuro intentando convencerse así misma mientras volvía a salir de su cama sin colocarse los zapatos, avanzo lentamente sobre la alfombra sin hacer ruido, salio de su habitación cerrando la puerta tras de sí para que todo pareciera normal.

Llena de ingenuidad se escabullo por los pasillos notando como varios cuerpos se movían en la oscuridad llegando hasta el estudio teniendo que esquivar las cosas que los ladrones habían tirando en el suelo sin recato, refugiados seguramente en la confusión que la tormenta había causado, buscando por fin en el lugar más obvio para encontrar los objetos de valor, la niña negó con la cabeza por su ineptitud e intento volverse para avisar a su padre pero piso un vidrió que le rasgo la planta del pie abriéndole una herida. –Due…- Intento decir que le dolía pero una mano tosca le opaco los gritos, mientras la otra le envolvía la cintura para evitar que corriera y aunque ella intento escabullirse la fragilidad de su cuerpo no le fue suficiente.

De pronto se vio desvanecida mientras escuchaba al hombrezuelo hablar con su líder diciéndole lo que había encontrado, acabando por perder el conocimiento mientras rogaba por que le dejaran tirada por ahí pero las intenciones de su captor no eran tan inocentes y ahora su vida se convertiría en un trueque vulgar. Al tiempo que un auto tras la reja principal enciende en motor, trasladándole a un sitio desconocido donde no existe la luz, cuando despierta no reconoce nada más que el zapato que le oprime la espalda o el paño que le tapa la boca. Muerta de miedo se estremece sin saber el por que tenía que convertirse en la noticia del profeta a la mañana siguiente, su planeta cambio de tamaño y su sol se limita a la luz que se cuela debajo de una puerta sin encontrar diferencia entre un día o un mes, si duerme o se mantiene despierta…

Las llagas rozadas en sus muñecas se convierten en sus estigmas, notándose más ligera por la obvia perdida de peso que sufrió durante esos tres meses intentando descubrir un ¿Por qué?, entonces descubre una vos manipulada que habla sobre el último capricho de su madrastra; una joya que además de tener un alto valor económico poseía vistosas particularidades mágicas. Tropezándose de repente con un sentimiento de coraje e impotencia al ser blanco de ese destino por una banalidad tan absurda, mientras que el miedo recorre toda su columna hasta arquearle de una forma imposible y una vos impasible le asegura que todo terminara pronto que todo va como estaba planeado. Al día siguiente sus parpados se quejan al recibir el destello solar que proviene de una ventana, al fin había sido sacada del cuarto donde estuvo guardada por la caridad de uno de los captores que intentaba confortarla regalándole un pastel, de pronto el jefe irrumpe en la casa sin cubrirse el rostro, la joven reconoce en su rostro a alguien familiar, dentro de su consternación secuestrador intento hacerle un Obliviate pero en lugar de borrar solo su rostro borro todo recuerdo sobre su familia y los planes después de esa noche han debido cambiar.

El hombre furioso consigo mismo le abandono en un viñedo de Londres donde se vio forzada a hacer trabajos forzados que paulatinamente le hicieron huir a una ciudad cercana de la cual había escuchado maravillas, en las afueras de la ciudad, cansada y hambrienta Arielle conoce a la señora Stanwerry que le ofrece un lugar donde hospedarse pero no deja de ver la ciudad como una pesadilla donde sobresalen la suciedad, la pobreza, mostrando una naturaleza gótica como la que se describe en los relatos de Poe que descubrió gracias a la diminuta biblioteca de su afable anfitriona.

Pensando con regocijo que al fin había encontrado un lugar para vivir pero aprendió con pesar que el dios que tanto profesaba la dama también se equivoca, siendo que esta falleció al ser atropellada por un aristócrata en su carruaje que al ver que era del proletariado simplemente se marcho dejándole agonizar a la mitad del camino y tras la perdida Arielle volvió a terminar desamparada. No obstante no todo era oscuridad, había “heredado” las pocas pertenencias de la señora Werry como ella solía decirle, consiguió un trabajo eventual en una imprenta donde el dueño se sorprendió de su manejo de idiomas consiguiendo una vida más o menos aceptable en sus ansias por encontrar un sitio en la sociedad.

No obstante al ser tan joven se escuchaban constantes chismes sobre su origen, despertando la curiosidad de las trabajadoras sociales que no tardaron en ir en su búsqueda, le internaron en un orfanato tras no lograrle sacar ningún dato fiable sobre su familia, adquiriendo como apellido “Dickens” que aunque nada tenía que ver con su origen se lo apropio por el simple hecho de sentirse identificada con “Oliver Twist”, fue así como se instalo en el lugar teniendo por habitación un escondrijo en la parte más alta por la falta de espacio aunque lejos de incomodarle agradecía que le colocasen en la buhardilla donde cada noche buscaba sentarse cerca de una ventana y admirar las estrellas buscando de alguna manera encontrar la relación entre su presente con su pasado.

Finalmente una noche su vista se vio interrumpida por un par de orbes brillantes, esféricas tan intensas que le hicieron resbalar de su asiento hasta caer al suelo y cuando al fin tuvo la osadía de mirar a su visitante este aleteo al interior de la habitación hasta dejar caer una carta en sobre ella. -¿Es para mí?- Pregunto con curiosidad mirando el sobre blanco con algo de desconfianza, descubriendo su nombre en letras cursivas junto al sello repujado sobre la cera, luego se levanto pretendiendo creer que era un sueño y cuando al fin vio el contenido de la carta decidió que estaba en lo cierto. - ¿Colegio de magia?- Inquirió a la lechuza como si esta pudiese entenderla, terminando por negar con la cabeza al mirar la “lista de útiles escolares” que venía adjunta y sin pensarlo escribió una contestación diciendo que su posición económica no le permitiría asistir a tan prestigioso internado entregando la contestación al ave que rápidamente llevo la respuesta antes de que ella se quedase dormida aun recargada sobre el escritorio.

Al día siguiente despertó pensando que todo era una mala pasada de su imaginación, retomo su vida normal ayudando con los quehaceres del orfanato, andando a sus clases y terminando las tardes tras la vieja pianola resguarda en el salón de música negando todo lo ocurrido pero al anochecer no fue la lechuza quien volviese si no una profesora de la institución. –Esto debe ser una broma.- Exclamó con sorpresa pero su visitante le pidió que le dejara hablar antes de dar una respuesta a lo que ella respondió asintiendo con la cabeza, pensando en que debería estar soñando otra vez -por que nadie podría ser capaz de trepar hasta ahí sin que el techo se venciese dejándole caer hasta la planta baja-, tras su explicación se quedo anonadada puesto que no solo le había dicho que la magia de verdad existía si no que ella lo era y tenía el derecho de aprender sin preocuparse por el dinero por que el colegio se había comprometido a otorgarle una beca.

Terminando así con todas las razones por las que tendría que negarse, le indico que al día siguiente iría a la institución para plantear la situación de una forma apropiada para un “muggle”, después partirían en pos de surtir su lista y concluirían con el arribo a la academia. Sin darse cuanta se vio a si misma tomando clases de encantamientos, pociones e inclusive llego a disfrutar las de historia de la magia resaltando la terrible ironía que significaba no recordar la propia, más aquello dejo de perder importancia cuando tenía que defender su presente antes el acoso constante de las serpientes que trataban de humillarle por ser una “sangre sucia”, sin embargo bajo las constantes advertencias de la directora por sus enfrentamientos decidió aislarse de ellos permaneciendo lo más posible con los integrantes de su casa, intentando sobre salir lo más posible para demostrarles que la magia no era un don si no un talento que tal vez no heredo pero que sí sabía aprovechar e incluso mejor que los que se hacían llamar “sangre pura”.